Había una vez un niño pobre que vivía en China y estaba sentado en la acera, a la puerta de su casa. Lo que más deseaba en este mundo era un caballo, pero no tenía dinero.
Justo ese día pasó por su calle una manada de caballos con un potrillo incapaz de acompañar al grupo. El dueño de la manada, que conocía el deseo del niño, le preguntó si quería el potro. Exultante, el niño aceptó.
Un vecino, al saber lo ocurrido, dijo al padre del niño que su hijo tenía mucha suerte.
El padre le preguntó por qué, y el vecino respondió:
-Su hijo quería un caballo, pasa la manada y le regalan un potrillo, ¿no es eso suerte?
-Puede ser una suerte o una desgracia, contestó el chino padre.
El niño cuidó el caballo con celo, pero un día ya crecido, el animal huyó. Esta vez el vecino dijo:
-¡Su hijo no tiene suerte! Le regalan un potro, cuida de él y cuando crece, huye.
-Puede ser una desgracia o también una suerte, repitió el padre.
Pasó el tiempo y un día el caballo regresó acompañado de una manada salvaje de 100 caballos.
El niño, que ya era un muchacho, consiguió cercarlos y adueñarse de todos. Y el vecino dijo:
-Su hijo tiene suerte, recibe un potro, lo cría, éste huye y vuelve con una manada de 100 caballos salvajes.
-Puede ser una suerte o una desgracia, respondió de nuevo el chino padre.
Más tarde, el joven se rompió una pierna mientras domaba a uno de los caballos.
El vecino entonces dijo:
-¡Su hijo no tiene suerte! El potro huye, vuelve con una manada salvaje y al domar a uno de los caballos se rompe una pierna.
-Puede ser una desgracia como puede ser una suerte, insistió el padre.
Días después, el reino donde vivían declaró la guerra al reino vecino. Todos los jóvenes fueron reclutados menos el que estaba con la pierna rota. Y el vecino dijo:
-¡Su hijo tiene mucha suerte!, a lo que el padre chino contestó:
-Puede ser...
Toda noche trae su día y todo día atrae la oscuridad. Sabiendo eso, el hombre sabio no se alegra con la dicha ni se ve perturbado por la desgracia.
Cuento chino