En ocasiones los ruidosos visitantes causaban un verdadero alboroto que acababa con el silencio del monasterio. Aquello molestaba bastante a los discípulos; no así al maestro, que parecía estar tan contento con el ruido como con el silencio.
Un día, ante las protestas de los discípulos, les dijo:
—El silencio no es la ausencia de sonido, sino la ausencia de ego.
Oscar Brenifier e Isabelle Millon, “Sabiduría de los cuentos sufíes”