“Conozco tus sueños tontos”, manifestó el emperador al esclavo.
El siervo respondió: “Lo sé, majestad. Yo también sé de sus sueños dorados. Sin embargo, ¿qué diferencia hay entre lo suyo y lo mío, si todo es un sueño?”.
Emperador y esclavo tuvieron el mismo destino cuando el hombre que los soñaba entró en estado de vigilia.
Carlos Alberto Agudelo Arcila, “Demonios de un día”