Érase una vez un sufí a quien se le acercó un erudito de una devoción incomparable, célebre por el meticuloso cumplimiento de sus deberes externos.
Este hombre le dijo al sufí:
—Observo que no se te ve en las oraciones públicas.
—Así es —respondió el sufí.
El hombre continuó:
—Vistes ropas corrientes y no las túnicas de varios colores que utilizan muchos sufís.
—Cierto.
—Y no te reúnes con otras personas para debatir acerca de la espiritualidad; raramente te vemos con un rosario en la mano. Nunca te refieres a los grandes maestros, y en apariencia no te atraen las personalidades santas —prosiguió el hombre.
—Cierto, muy cierto —confirmó el sufí.
—¿Puedo preguntar por qué?
El sufí respondió:
—Porque ocuparme demasiado en tales cosas interferiría con mis actividades espirituales.
Sabiduría de los cuentos sufíes, Oscar Brenifier e Isabelle Millon