– Maestro – dijo el discípulo -, enseñas que el todo o Dios está en el interior de cada uno de nosotros, pero, ¿cómo puede caber dentro de nosotros?
– Ve hasta el Ganges y tráeme un litro de agua – le respondió el maestro al discípulo.
Cuando éste hubo traído el agua, el maestro quedó asombrado:
– ¡Pero si ésta no es agua del Ganges!
– ¡Por supuesto que sí, la he sacado yo mismo del río! – exclamó el discípulo.
– Pero ¿dónde están las tortugas, los peces, las gentes que en él se bañan, las embarcaciones, los cadáveres que arrastra y los monjes que hacen sus abluciones en él? Yo no veo nada de todo esto en ella. ¿No puede tratarse del agua en cuestión! ¡Corre a arrojarla al Ganges!
Cuando el discípulo regresó, el maestro le dijo:
– Ahora, tu litro de agua, mezclado con el agua del río contiene tortugas, peces y todo cuanto le faltaba antes. Ésa sí que es agua del Ganges.
Somos ricos, infinitamente ricos, pero, a un determinado nivel de consciencia, no vemos más que el litro de agua y no la inmensidad del río.
Alejandro Jodorowsky, “La sabiduría de los cuentos”