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El oficio sin nombre

El oficio sin nombre

Mi madre murió unos tres años atrás, y nunca supo muy bien en qué consistía mi trabajo. Cuando le preguntaban a qué se dedicaba su hijo, nunca sabía muy bien qué responder: “Mi hijo, el productor de cine”, decía en ocasiones, “el que trabaja para los alemanes y ahora para los mexicanos en representación del país”, agregaba. Se llamaba Nelly, nació en el campo, estudió matemáticas primero, ejercicio como docente y un poco antes de que yo naciera, cuando ella tenía unos 36 años, se recibió en dos años y medio de abogada y escribana.

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