La "prueba" de la existencia de Dios

Este artículo se compone de 3 partes:

1) La fase 1 de la presentación del argumento

2) La fase 2 de la presentación del argumento

3) Refutación de algunas objeciones clásicas (la causalidad y Hume, Kant y Russell; Newton y la inercia, Einstein y el cambio, la mecánica cuántica; las ideas de Aristóteles están superadas; la causalidad jerárquica no tiene representación real; ¿por qué un motor inmutable?)

PRESENTACIÓN DEL ARGUMENTO: FASE 1

El cambio ocurre. 4 tipos de cambio:

1.    El cambio cualitativo (el café que se enfría)

2.   El cambio con respecto al lugar (la hoja que cae al suelo)

3.   El cambio cuantitativo (el charco que crece en tamaño)

4.  El cambio sustancial (el ser vivo que se convierte en materia muerta)

Lo que el cambio implica es la actualización de una potencia: el café tiene la potencia de enfriarse, y tras estarse un rato sobre la mesa esta potencia es actualizada, pero no tiene la potencia de alimentar un motor de gasolina, o de convertirse en sopa de gallina o de transformarse en un gallina de verdad.

Cualquiera que sea el tipo de cambio en cuestión, habrá algo que lo provoque. El cambio requiere un cambiador: la temperatura de la habitación enfría el café, tu movimiento de muñeca aplasta la mosca con tu mano. La frialdad potencial del café no puede actualizarse a sí misma. Solo algo que sea actual puede hacer tal cosa: la frialdad del ambiente o unos cubitos de hielo.

Lo que es cierto de la cosa que cambia lo es también de la cosa que produce el cambio: La frialdad del café fue causada por la frialdad del ambiente, que fue causada por el aire acondicionado, que se encendió cuando presionaste cierto botón... La mosca murió por el impacto del matamoscas, causado por un movimiento de tu muñeca, producido por la activación de ciertas neuronas motoras, debido a tu fastidio ante la mosca volando por la habitación...

Por tanto, una potencia es actualizada por otra cosa, que a su vez es actualizada por otra, que a su vez es actualizada por otra...

Ahora supongamos que esta serie se extiende hacia atrás en el pasado infinitamente, sin comienzo. Esto sería una serie causal lineal (que se extiende atrás en el tiempo). A ella se le podría objetar que según la teoría del Big Bang esta serie no puede ser infinita, otros que el Big Bang es el resultado de la implosión de un universo anterior o que quizás tuvo que ver con que nuestro universo se separó de otro universo paralelo, o que la serie de universos preexistentes puede ser infinita. Todo esto puede ser verdad o no, pero concedamos por el bien de la discusión que nuestro universo ha existido por siempre.

Existe otro tipo de causalidad llamada jerárquica que debe tener un primer miembro. Esta serie causal puede existir en un solo instante de tiempo. Considera la taza de café. ¿A qué distancia está del suelo? A más o menos un metro. ¿Por qué? Porque la mesa la sostiene. ¿Qué es lo que sostiene la mesa? El suelo. ¿Y a este? Los fundamentos de la casa. ¿Y a estos? La Tierra. Entonces, si consideramos la taza de café en cualquier instante, está en esa posición por una dependencia causal jerárquica. La potencia de la taza de estar a un metro del suelo es actualizada por la mesa, la potencia de la mesa para sostener la taza es actualizada por el suelo, etc. La taza no tiene ninguna capacidad por sí misma para estar a un metro del suelo, estará ahí solo si alguna otra cosa la sostiene. Lo mismo sucede con la mesa, y con el suelo, y con los fundamentos de la casa, etc. Por tanto, se podría decir que es la Tierra la que sostiene a la taza, pero que lo hace mediante estos intermediarios.

El problema de la causalidad jerárquica es que necesita de una primera causa que esté sosteniendo a todas las demás sin, a su vez, tener que ser él mismo sostenido por otra cosa, es decir, tener poder causal no-derivado: ser aquello que actualiza una potencia sin tener que ser él mismo actualizado.

La primera causa es la que tiene poder causal inherente o incorporado, mientras que el resto solo lo tendrían de modo derivado.

¿Qué es lo que hace que el café exista aquí y ahora? ¿Qué lo mantiene en la existencia? El café existe solo en la medida en que exista el agua. ¿Y qué mantiene al agua en la existencia en cada momento? Podrías decir que tiene que ver con los enlaces químicos entre átomos, pero eso no responde la pregunta, sencillamente la reformula. Y es que los átomos tienen la potencia de estar enlazados de otras maneras, y aún así no lo están. Lo que está siendo actualizado es su potencia para enlazarse de tal modo que den lugar a agua. ¿Pero por qué? Apelar a la estructura del átomo tampoco responde la pregunta, sino que la empuja un paso más atrás. ¿Pues por qué están las partículas subatómicas combinadas justo del modo específico en el que lo están, aquí y ahora, en vez de en cualquier otro? ¿Qué es lo que actualiza esa potencia en vez de otra? Lo que tenemos aquí, como quizás ya has visto, es algo similar a la taza que es sostenida por la mesa que es sostenida por el suelo. Lo único que en este caso es la misma existencia de la cosa lo que está en juego, más que su posición en el espacio. La potencia del café para existir aquí y ahora es actualizada, en parte, por la existencia del agua, que a su vez existe sólo porque cierta potencia de los átomos está siendo actualizada, donde los átomos mismos existen sólo porque cierta potencia de las partículas subatómicas está siendo actualizada. Esto es una serie jerárquica.

Por tanto, el tipo de causa primera de la que estamos hablando ha de ser puramente actual, no tiene ninguna potencia, no hay nada en ella que necesite de actualización. Es una causa incausada, un motor inmóvil, un actualizador no actualizado.

PRESENTACIÓN DEL ARGUMENTO: FASE 2

Como la causa de las cosas es pura actualidad y carece de potencia, no puede ir de la potencia al acto y es, por tanto, inmutable, no sujeta a cambio. Dado que existir en el tiempo implica mutabilidad, una causa inmutable tiene que ser eterna, existir fuera del tiempo, ni empieza a ser ni deja de ser, simplemente es. Dado que ser material implica ser mutable y existir en el tiempo, una causa inmutable y eterna tiene que ser inmaterial, incorpórea. Imagina ahora una ardilla que ha sido atropellada y su pata ha quedado dañada y no puede escapar de los depredadores con la rapidez necesaria, o un árbol que cuyas raíces han sido dañadas y no puede adquirir los nutrientes que le hacen falta para seguir sano. Estos seres tienen una privación dado que no pueden realizar alguna potencia inherente a la cosa. Algo es perfecto en la medida en que tiene dichas potencias actualizadas y carece de privaciones. Por tanto, una causa puramente actual posee perfección máxima, pues carece de potencias no realizadas.

¿Podría haber más de una causa así? No, no puede haber dos o más ejemplares de un tipo de cosa si hay algo que los diferencie, algo que uno de ellos tenga y el otro no, y no puede haber tal rasgo diferenciador por lo que respecta a algo puramente actual. Lo que es puramente actual carece de toda privación y es máximamente perfecto. No puede haber ningún modo de diferenciar una causa puramente actual de otra en términos de sus respectivas perfecciones o privaciones. Por tanto, dicha causa posee el atributo de unicidad.

Piensa ahora que tener poder es sencillamente ser capaz de hacer que algo ocurra, es decir, de actualizar alguna potencia. Pero entonces, dado que la causa de la existencia de todas las cosas es ella misma pura actualidad, en vez de una cosa actual más entre otras, y que es la fuente del poder actualizador de todo lo demás, entonces tiene todo el poder posible. Es omnipotente.

Piensa también que algo es bueno, en sentido general, en la medida en que realiza las potencias que le son inherentes por el tipo de cosa que es, y malo en la medida en que fracasa a la hora de hacerlo. Un buen pintor, por ejemplo, es bueno en la medida en que ha realizado su potencial para dominar los distintos aspectos de la pintura –la artesanía, la composición, etcétera–, mientras un mal pintor es malo en la medida en que ha fracasado a la hora de adquirir las habilidades relevantes. Pero de una causa puramente actual del mundo, carente de toda potencialidad, no podemos decir que sea mala o deficiente en ningún sentido, sino que, al contrario, como ya hemos visto, es perfecta. En este sentido tal causa ha de ser totalmente buena.

Hasta aquí, pues, hemos visto que el actualizador puramente actual o Motor Inmóvil ha de ser uno, inmutable, eterno, inmaterial, incorpóreo, perfecto, omnipotente, totalmente bueno y la causa de la existencia de las cosas, en el sentido de ser aquello que las mantiene en el ser a cada instante.

¿Podemos atribuirle inteligencia?

Tradicionalmente la inteligencia implicaba 3 cosas:

1.    La capacidad de aprehender conceptos abstractos, como el concepto de hombre como idea universal, que se aplica a todos los hombres.

2.   La capacidad de juntar estos conceptos y formar pensamientos complejos, como cuando combinas el concepto hombre y el concepto mortal: todos los hombres son mortales.

3.   La capacidad de inferir un pensamiento de otros, como cuando razonas a partir de premisas: Todos los hombres son mortales, Sócrates es un hombre, por tanto, Sócrates es mortal.

La capacidad de aprehender conceptos abstractos o universales es la más fundamental de las tres. No podrías formar pensamientos completos o razonar de un pensamiento a otro si no poseyeras los conceptos que los componen. Tener un concepto tal es tener un tipo de forma o patrón en la mente. Hay una forma o patrón que todos los hombres poseen que los hace ser a todos la misma cosa, esto es, hombres; hay una forma o patrón que todos los triángulos poseen que los hace ser la misma cosa, esto es, triángulos; etcétera. Y tal es la esencia de la actividad estrictamente intelectual: la capacidad de poseer la forma o patrón abstracto o universal de una cosa sin ser ese tipo de cosa.

Hemos visto que cuando algo cambia o es producido, una potencia es actualizada, y que lo que la actualiza tiene que ser algo ya actual. Esto se llama a veces el principio de causalidad. Una observación adicional es que cualquier cosa que haya en un efecto tiene que estar de algún modo u otro en la causa, esta no puede dar lo que no tiene (principio de causalidad proporcionada). Supongamos, por ejemplo, que te doy 20€. El efecto en este caso es que tienes 20€, y yo soy su causa. Pero sólo puedo serlo si tengo de entrada 20€ para dártelos. Ahora, puedo tenerlos de distintas maneras. Puede que tenga un billete de 20€ en mi cartera, o dos de 10€, o cuatro de 5€. O puede que no tenga dinero en la cartera, pero sí 20€ en mi cuenta bancaria y que te firme un cheque. O puede que ni siquiera tenga esto, pero soy capaz de tomar 20€ prestados de alguna otra persona, o trabajar para conseguirlos. O quizás un amigo mío tiene la llave de la imprenta del Tesoro de los EEUU y consigo que me imprima un billete oficial de 20€ para ti. O por tomar un escenario aún más rocambolesco, supongamos que de algún modo logro convencer al Congreso de aprobar una ley que me permita manufacturar personalmente mis propios billetes.

Cuando yo mismo tengo un billete de 20€ y te lo doy, lo que está ahora en el efecto estaba en la causa formalmente. Esto es, yo mismo era una instancia de la forma o patrón de «tener un billete de 20€», y provoco que tú te conviertas en otra instancia de esa misma forma o patrón. Cuando no tengo el billete a mano pero sí 20€ en mi cuenta bancaria, podríamos decir que lo que está en el efecto estaba en la causa virtualmente. Y es que, aunque no tenía 20€ en el bolsillo, sí tenía el poder de conseguirlos. Y cuando consigo que el Congreso me conceda el poder de manufacturar billetes de 20€, podríamos decir (de nuevo, utilizando jerga tradicional) que tengo 20€ eminentemente. Porque, en este caso, no sólo tengo la capacidad de adquirir billetes de 20€ que ya existen, sino el poder más «eminente» de hacer que existan en primer lugar. Cuando se dice, pues, que lo que hay en un efecto tiene que estar de algún modo en su causa, lo que se quiere decir es que tiene que estar en su causa al menos «virtual» o «eminentemente», si no «formalmente».

Ahora, piensa una vez más en el actualizador puramente actual de la existencia de las cosas. Hemos visto que la existencia de todo lo que puede existir va a remontarse hasta esta causa única: es la causa de todo lo posible: todo gato posible, todo árbol posible, toda piedra posible. Es, por este motivo, la causa de toda forma o patrón posible que algo pueda tener. Y hemos visto también que cualquier cosa que haya en un efecto tiene que estar, de un modo u otro, en su causa.

Si unimos todos estos puntos, lo que se sigue es que las formas o patrones de las cosas tienen que existir en el actualizador puramente actual, y tienen que existir de un modo completamente universal o abstracto, porque estamos hablando de la causa de toda cosa posible que se ajuste a cierta forma o patrón.

Pero tener formas o patrones de este modo universal o abstracto es precisamente tener la capacidad que es fundamental para la inteligencia. Añadamos a esto que esta causa no lo es sólo de las cosas mismas, sino de sus distintas relaciones. Esto es, no es sólo la causa de los hombres, sino del hecho de que todos los hombres son mortales; no es sólo la causa de este gato, sino del hecho de que este gato está en esta alfombra; etcétera. Así, tiene que haber algún sentido en el que también estos efectos existan en la causa puramente actual, y tiene que ser de un modo que tenga que ver con la combinación de las formas o patrones que existen en ella. Es decir, esos efectos tienen que existir en la causa de una manera similar a como los pensamientos se dan en nosotros.

Lo que se da en las cosas causadas por el actualizador puramente actual preexiste en éste de modo parecido a cómo las cosas que producimos preexisten en nuestra mente como ideas o planes antes de que las hagamos. Existen, por tanto, en la causa puramente actual de modo eminente y virtual, aunque no formal.

Considera que, al ser la causa inteligente de todo lo que existe o puede existir, no hay nada que esté fuera del alcance de sus pensamientos. Es, por tanto, todo-sapiente u omnisciente.

 

ALGUNAS OBJECIONES REFUTADAS

Naturalmente, este argumento está llamado a despertar todo tipo de objeciones. Por ejemplo, la derivación de los atributos divinos asume toda una serie de presupuestos filosóficos que van a ser controvertidos. Hay varias críticas generales que suelen plantearse contra este tipo de argumentos, y serán abordadas en un capítulo más adelante dedicado específicamente a ellas. Pero hay otras que han de ser tratadas ahora, sobre todo aquéllas que afectan a los aspectos distintivamente aristotélicos del argumento que acabamos de exponer.

Malentendidos comunes

1.    Hay quien puede pensar que he estado argumentando que, si rastreamos la serie de causas hacia atrás en el tiempo, llegaremos al inicio del universo, la causa del cual es Dios. He intentado dejar bien claro que eso no es lo que estoy diciendo, que incluso si una serie de cambios no tuviera ningún comienzo en el tiempo, incluso si el universo o el conjunto de universos se extendiera para siempre en el pasado, eso sería irrelevante para el argumento. El argumento es que para que las cosas existan aquí y ahora, y en cualquier momento, tienen que ser sostenidas en la existencia aquí y ahora por Dios.

2.   Hay quien puede suponer que el argumento procede a partir de la idea de que el universo entero ha de tener alguna causa. Y entonces objetarán que, incluso si esta o aquella parte del universo tiene una causa, no se sigue que todo el universo deba tener una. La afirmación de que el universo como un todo tiene una causa no es una premisa del argumento que acabo de dar. Lo que he defendido es que, para que cualquier cosa particular exista en cualquier momento, Dios tiene que estar causando su existencia en ese momento. Para argumentar que Dios existe, no es necesario partir de que el universo tuvo un comienzo, ni de ninguna afirmación acerca del universo como un todo. Ahora, es cierto que dije que esto se aplica a todo lo que existe, con lo que sí hice una afirmación acerca del universo como un todo. Pero esto es una consecuencia del argumento, no una premisa suya.

3.   Si todo tiene una causa, ¿qué causó a Dios? En primer lugar, el argumento no descansa para nada en la premisa de que "todo tiene una causa". Lo que dice es que todo lo que cambia tiene una causa (todo lo que va de la potencia al acto tiene una causa). En segundo lugar, el argumento no es arbitrario al decir que Dios no tiene causa. Pues la razón por la cual otras cosas requieren de una causa es precisamente porque tienen potencialidades que necesitan ser actualizadas. Por contraste, lo que es puramente actual no tiene potencialidades y por eso no hay nada en él que necesite ser, o pueda ser, actualizado. Por eso no puede tener una causa.

4.  El argumento evita decir que todo tiene una causa sólo como una manera ad hoc de esquivar la objeción. Por más de 2.300 años, desde Aristóteles hasta el día de hoy, pasando por Tomás de Aquino, las distintas versiones del argumento aristotélico han defendido no que todo tiene una causa, sino que todo lo que va de la potencia el acto tiene una causa. Y uno no necesita creer en Dios para encontrar poco creíble la idea de que algo meramente potencial puede actualizarse a sí mismo

Hume, Kant y la causalidad

1.    ¿Pero no mostró Hume que es al menos concebible que algo pueda aparecer de la nada sin causa? Y en tal caso, ¿no podría algo ir de la potencia al acto sin nada actual que lo actualizara? Lo que Hume tenía en mente es el tipo de caso en el que nos imaginamos un espacio vacío en el que algo aparece de repente: una piedra, o una taza de café, o lo que sea. Por supuesto, esto se puede imaginar. Pero no es lo mismo que concebir la piedra o la taza de café apareciendo de la nada sin causa. Como mucho es concebir que aparecen sin al mismo tiempo concebir su causa, y esto no tiene nada de especial. Podemos concebir una cosa como un trilátero –una figura plana cerrada con tres lados rectos– sin al mismo tiempo pensar en ella como un triángulo. Pero de aquí no se sigue que en la realidad pueda existir un trilátero que no sea al mismo tiempo un triángulo. Podemos pensar en un hombre sin pensar en lo alto que es, pero no se sigue que pueda existir un hombre sin una estatura específica. En general, pensar en A sin al mismo tiempo pensar en B no es lo mismo que pensar en A existiendo sin B. Por otra parte, y como señaló la filósofa Elizabeth Anscombe, para que Hume pueda construir su argumento tiene que contarnos por qué una taza apareciendo de repente en un espacio previamente vacío cuenta como un caso de algo que empieza a existir, sea con o sin causa. ¿Por qué no deberíamos suponer, en cambio, que la taza ha sido transportada desde otro lugar? Pero es que el único modo de distinguir el empezar a existir de la taza de su ser transportada es por referencia a las causas de estos distintos tipos de eventos.

2.   Kant. Pero incluso si reconocemos que el principio de causalidad se aplica dentro del mundo de nuestra experiencia, ¿por qué deberíamos suponer que cabe extenderlo más allá del mundo empírico, hasta un actualizador puramente actual de las cosas, algo que, precisamente por ser inmaterial y estar fuera del espacio y el tiempo, es inobservable? Es cierto que aprendemos el principio de causalidad a partir de nuestra experiencia del mundo, pero de esto no se sigue que no podamos aplicarlo más allá del mundo de nuestra experiencia. Pues el motivo por el que concluimos que las cosas de nuestra experiencia requieren causa no es porque las experimentamos, sino más bien porque son meramente potenciales hasta que son actualizadas. Y el principio de que ninguna potencia puede actualizarse a sí misma es completamente general. Una vez lo hemos aprendido, podemos aplicarlo más allá de lo que hemos experimentado, y no hay motivo para dudar de que también cabe hacerlo más allá de lo que podríamos experimentar. Pensar que el principio de causalidad se aplica sólo a las cosas que podemos experimentar es como pensar que la geometría euclídea se aplica sólo a las figuras que podemos ver).

Russell y la causalidad.

1.    La física, en opinión de Russell, muestra que no hay tal cosa como la causalidad, porque explica el mundo en términos de ecuaciones diferenciales que describen relaciones entre eventos, y estas ecuaciones no hacen referencia alguna a las causas: «En los movimientos de cuerpos que gravitan mutuamente no hay nada que pueda ser llamado causa y nada que pueda ser llamado efecto: lo único que hay es una fórmula». A este respecto, «evento», «ley», «causa» y «explicación» están todas en el mismo barco. Estos términos sirven para permitir una comprensión sistemática de la ciencia, pero no aparecen ellos mismos en las ecuaciones. Desde este punto de vista, el argumento de Russell es semejante a la absurda afirmación de que las matemáticas han eliminado la variable, ¡porque el término «variable» no aparece en las ecuaciones!

2.   No está claro que la física esté realmente libre de nociones causales. Como argumenta el filósofo C. B. Martin, las partículas fundamentales descritas por la física nuclear tienen claramente propiedades disposicionales, esto es, tendencias a producir ciertos efectos cuando interactúan de cierto modo.

3.   Haya o no haya nociones causales en la física, ciertamente las hay en otras ciencias. Y que el resto de ciencias no pueden ser reducidas a la física es hoy algo aceptado de modo bastante amplio en la filosofía contemporánea. Esto es cierto no sólo de las ciencias sociales, sino también de la biología, e incluso (algunos defienden) de la química.

4.  El naturalismo filosófico que aporta el fundamento intelectual al ateísmo moderno se articula y defiende típicamente, en la filosofía contemporánea, en términos de nociones causales. Si la causalidad es central de cara a la articulación y defensa del naturalismo, entonces el naturalista tiene que afirmar su existencia, haga o no haga la física referencia a ella.

5.   El problema más básico con el argumento de Russell es que sencillamente no hay ningún motivo para suponer que la física no nos da nada cercano a una descripción exhaustiva de la realidad, y muchos para pensar lo contrario. El mismo Russell lo decía así: "No siempre se comprende cuán excesivamente abstracta es la información que la física teórica nos puede dar. Sienta ciertas ecuaciones fundamentales que la capacitan para tratar con la estructura lógica de los sucesos, en tanto deja completamente ignorado cuál sea el carácter intrínseco de los sucesos que tienen tal estructura. […] Todo lo que la física nos procura son ciertas ecuaciones que expresan propiedades abstractas de los cambios. Pero en cuanto a qué es lo que cambia, y desde qué a qué cambia, sobre esto la física calla". La física moderna centra su atención en aquellos aspectos de la naturaleza que pueden ser descritos en lenguaje matemático, abstrayendo de todo lo demás. Sus «matematizaciones», como Martin las ha llamado, implican llevar a cabo sólo una «consideración parcial» de los fenómenos estudiados. Es como si dedujéramos, a partir del éxito de un detector de metales, que no existen rasgos no-metálicos en la realidad. Tiene que haber lo que el último Russell llamó el «carácter intrínseco» de las cosas que se relacionan del modo descrito por las ecuaciones. Tiene que haber, en sus palabras, algo «que cambia» y algo desde y hacia lo que cambia, algo respecto de lo cual, como Russell admitió, «la física calla». Ahora, si lo que las ecuaciones describen es realmente el cambio, entonces, como he argumentado, este cambio implica la actualización de una potencia. Pero actualizar una potencia es justo lo que significa ser una causa.

6.  El mismo Russell acabó admitiendo que conocemos el mundo descrito por la física precisamente porque nuestras experiencias están causalmente relacionadas con ese mundo. Sabemos que hay algo ahí fuera que podemos estudiar científicamente justo porque el mundo físico produce en los órganos de nuestros sentidos determinados efectos.

Newton y la inercia

1.    A veces se sugiere que la ley de la inercia de Newton –de acuerdo con la cual un cuerpo en movimiento permanecerá así a menos que sea influido por fuerzas externas– muestra que el cambio podría suceder sin una causa.

2.   Lo que la ley de Newton describe son eventos ordenados en el tiempo: por ejemplo, el movimiento de las moléculas mientras el café da vueltas en una taza. Pero, como he enfatizado múltiples veces, el argumento que hemos estado examinando se pregunta en última instancia acerca de qué actualiza la potencia de una cosa para existir en cualquier momento particular. Dado que la ley de Newton presupone que existen cosas como las moléculas de agua, difícilmente puede explicar su existencia.

3.   Que algo siga una ley física –como la ley de la inercia– significa sencillamente que es el tipo de cosa que se comporta de acuerdo con dicha ley. Hablar de «leyes de la naturaleza» es una especie de atajo para describir el modo en el que algo tenderá a comportarse dada su naturaleza, dada la forma o patrón que posee y que la distingue de otras cosas. ¿Pero qué es lo que hace que haya realmente cosas que tengan ese tipo de naturaleza o forma en vez de otra? ¿Qué hace que sea cierto que las cosas están gobernadas por la ley de la inercia en vez de por alguna otra ley? ¿Qué actualiza esa potencia, en concreto?

Einstein y el cambio

1.    A veces se pretende que Einstein, o al menos la construcción que Hermann Minkowski añadió a su teoría de la relatividad, mostró que el cambio es ilusorio. En este modelo del universo entendido como un bloque de cuatro dimensiones, el tiempo es análogo al espacio, de modo que el pasado y el futuro son tan reales como el presente, igual que los lugares lejanos son tan reales como los cercanos. Por tanto, dice el argumento, no se actualiza ninguna potencia.

2.   Incluso si supusiéramos que el cambio no ocurre en el mundo físico objetivo, de aquí no se seguiría que el principio «todo lo que va de la potencia al acto tiene una causa» no tiene aplicación alguna, y esto por dos motivos: primero, porque la física, incluyendo la teoría de la relatividad, descansa sobre la evidencia empírica de la observación y la experimentación, que implica que los científicos tienen determinadas experiencias, como formular una predicción y después ponerla a prueba por medio de la observación, moverse de un estado de ignorancia a un estado de conocimiento, etcétera. Esto supone cambio. Por tanto, si no hay cambio, entonces no hay tampoco tal cosa como tener las experiencias que proveen de evidencia empírica a cualquier teoría científica en nombre de la cual quepa tomar la posición de que no existe el cambio. Segundo, incluso si el cambio no existiera en el mundo físico, ni en la mente, ni en ningún sitio, aún así no se seguiría que tampoco existe la actualización de potencias. Pues, como he argumentado, no es sólo el cambio de una cosa lo que implica actualización de potencias, sino su misma existencia en cada momento. Por tanto, incluso si no hay cambio o actualización real en un universo einsteiniano tetradimensional, la mera existencia de ese universo como un todo –en un único instante atemporal, por así decirlo– implicaría la actualización de una potencia y, por tanto, la existencia de un actualizador distinto de ese mismo mundo.

La mecánica cuántica y la causalidad

Hay al menos 3 objeciones con la cuántica:

1.    El carácter no determinista de los sistemas cuánticos es incompatible con el principio de causalidad; sin embargo, a veces se señala que la interpretación de variable oculta de de Broglie-Bohm aporta un modo determinista de entender los sistemas cuánticos. Pero, desde un punto de vista aristotélico, es un error suponer de entrada que la causalidad implica el determinismo. Para que una causa sea suficiente para explicar su efecto, no es necesario que lo cause de modo determinista: solo es necesario que haga el efecto inteligible, y esta condición se satisface en una interpretación no-determinista de la mecánica cuántica. De acuerdo con la interpretación de Copenhague de la mecánica cuántica, toda transición de un sistema tiene antecedentes causales: el estado cuántico de la onda anterior (en el caso de la evolución de Schrödinger) o el estado cuántico de la onda anterior sumado a la observación (en el caso del colapso del paquete de ondas).

2.   Las desigualdades de Bell implican que hay correlaciones sin explicación causal; sin embargo, a veces se sugiere que pueda ser respondida concediendo que las influencias causales puedan viajar más rápido que la luz, o postulando una ley por la cual dichas correlaciones tengan lugar.

3.   Las teorías del campo cuántico muestran que hay partículas que pueden empezar a existir y dejar de existir al azar. Alexander Pruss responde que aquí también cabría proponer una teoría de variable oculta o, de modo alternativo, decir que es el sistema descrito por las leyes del campo cuántico el que causa dichos eventos, aunque de modo indeterminista.

En resumen, que la cuántica no asigne una causa a un fenómeno sencillamente no implica que no la haya, dado que ni siquiera una teoría física completa podría capturar todos los aspectos del fenómeno que está describiendo. Que algo no esté en una representación de la naturaleza no equivale a representar que no está en la naturaleza. Que falte en la representación ni siquiera convierte en probable que falte en la naturaleza si ya sabemos de modo independiente que la representación lo va a dejar fuera incluso si está ahí. Por eso, si un artista representa una escena en blanco y negro, el hecho de que no haya color en el cuadro no muestra que no había color en la escena misma. La ausencia de color de la imagen es un resultado del método del artista, no una característica del fenómeno representado.

Vale la pena añadir que hay incluso un sentido en el que la mecánica cuántica, si es que tiene alguna consecuencia para la causalidad en absoluto, en realidad apunta hacia la posición aristotélica, más que en su contra. Para ver cómo, pensemos una vez más en la analogía del artista que dibuja en blanco y negro. De nuevo, el cuadro por sí mismo no nos da ninguna prueba de que no había color en la escena representada, dado que sabemos que el uso exclusivo de materiales en blanco y negro por parte del artista nunca capturaría el color incluso si estuviera allí. Pero el uso de estos materiales podría indicar que sí hay color en tal escena, del siguiente modo. Estamos familiarizados con los dibujos que representan un contorno pintándolo con tinta negra: el de una cara, por ejemplo, como se hace en un cómic. En lo que se conoce como «fijar el color», ciertos contornos de una obra acabada se dibujan no con tinta negra, sino sólo con el color que será añadido posteriormente al esbozo en blanco y negro. Así, este esbozo inicial puede no incluir el contorno de uno de los lados de un objeto, trazándolo en cambio con el color que se añadirá posteriormente al conjunto. Si contempláramos sólo la obra de arte inacabada, en la que el color está ausente, este lado en concreto no lo veríamos, y tampoco, por consiguiente, esa parte del objeto. Pero podríamos, no obstante, inferir a partir de los contornos en negro que el resto del objeto –la parte que mostrará la obra en color– tiene que estar presente en la escena dibujada. Por ejemplo, podríamos deducir a partir de la presencia de diversas rectas y sombras que aquello que está siendo representado es un cubo, y deducir dónde irían los bordes que faltan. El espectador puede «rellenar» mentalmente lo que falta de la obra, lo que el cuadro acabado y en color habría representado.

Lo que estoy sugiriendo es que la mecánica cuántica y las teorías físicas en general son como la obra de arte en blanco y negro, y que en unión con principios metafísicos aristotélicos, como el principio de causalidad, son como esa misma obra una vez se completa en color.

Podríamos decir que la cuántica se acerca a la noción de potencia sin acto, en la medida en que representa –con su indeterminismo, sus desigualdades de Bell y la idea de partículas que aparecen en el vacío cuántico– la actualización de potencias sin aquello que las actualiza. Y al mismo tiempo, la interpretación tetradimensional de la relatividad se acerca a la noción de acto sin potencia. Ahora, dado que la causalidad implica la actualización de una potencia, toda descripción que deje fuera cualquiera de los dos aspectos va a dejar fuera también la causalidad. En el caso del universo bloque, lo que se deja fuera es cualquier potencia que necesite ser actualizada; en el caso de la cuántica, cualquier cosa que actualice la potencia. En ambos casos, lo que está ausente lo está no porque falte en la realidad, sino porque está llamado a faltar en una descripción consistentemente matematizada de lo real.

¿Ciencia obsoleta?

1.    Algunas veces se argumenta que el aristotelismo como cosmovisión general ya fue refutado hace tiempo por la ciencia moderna. El problema de esta objeción es que mezcla temas que han de mantenerse separados. Es cierto que determinadas tesis específicamente científicas asociadas con el aristotelismo medieval han sido refutadas por la ciencia moderna, como el geocentrismo, pero de esto no se sigue que toda idea que pueda ser caracterizada de aristotélica haya sido igualmente refutada por la ciencia. P. ej., la ciencia no ha refutado la idea de que el cambio implica la actualización de una potencia, que es una tesis filosófica o metafísica, más que científica. Es más, al contrario, dado que la misma actividad de la ciencia presupone la existencia del cambio, el aristotélico argumentaría que cualquier teoría científica posible presupone la actualización de potencias.

2.   Otras veces se atacan los ejemplos concretos usados por descansar sobre presupuestos científicos erróneos. P. ej., en el ejemplo de la mesa que sostenía una taza de café. Se podría decir que el sentido común considera a la mesa como un solo objeto extenso y sustancial; sin embargo, la física la describe como una nube de partículas, en su mayoría espacio vacío, al igual que la taza de café. Esta objeción presupone que la imagen del sentido común y la descripción dada por la física están en competición, como si no pudiéramos aceptar ambas y tuviéramos que elegir una de las dos. Que el suelo, la mesa y la taza estén hechos de partículas que chocan las unas con las otras no implica que, al fin y al cabo, no sea cierto que el suelo sostiene la mesa y esta a la taza. Sin mayor argumentación, el tipo de detalles descritos solo nos dan el mecanismo por el cual sucede tal cosa. Cuando un ingeniero explica lo gruesa que tiene que ser un base de hormigón nadie piensa sobre la física de partículas para decir que en realidad lo que pasa es que estas partículas que forman el hormigón están chocando unas con otras mientras viajan por un espacio que en su mayoría es vacío. Nadie pretende que, por culpa de esto, la ingeniería descanse sobre nociones científicamente obsoletas. Estos detalles son irrelevantes para lo que está diciendo el ingeniero, y por lo tanto, para sus propósitos, pueden ser tranquilamente ignorados. De todos modos, las ideas de acto y potencia tienen aplicación tanto si pensamos en términos de mesas sosteniendo tazas como de nubes de partículas chocando unas con otras.

¿Son reales las series jerárquicas?

La objeción diría: ¿hay acaso causas y efectos que existan simultáneamente de este modo? ¿No habría una ligera diferencia de tiempo entre el movimiento de las partículas de la mesa y el de las de la taza, de modo que el hecho de que la taza esté siendo sostenida en esa posición no es exactamente simultáneo con lo que está ocurriendo en la mesa? Aún más, ¿no pone en duda la teoría de la relatividad toda esta idea de lo simultáneo?

1.    Simultáneo no implica instantáneo. Un evento como el de alguien utilizando un palo para mover una piedra se extiende a lo largo del tiempo, en vez de suceder en un único instante. Pero decir que el movimiento del palo y el de la piedra son simultáneos no es, de entrada, decir que ocurren en un único instante. Significa que el palo moviendo la piedra y la piedra siendo movida por el palo forma parte de un mismo evento, dure este lo que dure.

2.    Pero todo esto, ¿no tendría la consecuencia absurda de que no hay cadenas causales extendidas en el tiempo, porque todas las causas y todos los efectos serían simultáneos? No. El evento único en el que una causa genera su efecto puede tener lugar en el transcurso de segundos, minutos, horas o incluso mucho más. Además, tenemos que distinguir, por un lado, los episodios causales que forman parte de un solo proceso de los que son posibilitados por capacidades instanciadas en procesos anteriores. P. ej., un terrón de azúcar disolviéndose en un vaso de té, seguido diez minutos después por el té siendo bebido, seguido a su vez por su conversión en energía tras alcanzar el estómago. El azúcar disolviéndose en el té es un proceso causal, pero no produce, a su vez, el hecho de que el té sea bebido. Lo que sucede es que uno de estos procesos causales prepara las condiciones para el siguiente. No tenemos un proceso produciendo otro que produce otro en el sentido en el que el agua y la estructura molecular del terrón de azúcar producen su disolución. En este caso la causa y el efecto son simultáneos. Pero en el ejemplo del azúcar disolviéndose en el té y que este sea bebido y después transformado en energía, no se da simultáneamente; es decir, esta serie de eventos no colapsa en un gran evento causal simultáneo.

3.    ¿No ha refutado Einstein la pretensión de que las causas y los efectos son simultáneos en la medida en que la relatividad especial sostiene que el hecho de que dos eventos separados espacialmente sean simultáneo es relativo al marco de referencia del observador? No, porque los casos que hemos estado considerando son precisamente aquellos en los que un efecto y su causa inmediata forman parte del mismo evento, más que de eventos distintos, y los ejemplos a los que hemos apelado tienen que ver con causas y efectos que ocupan el mismo lugar espacial, más que ubicaciones distintas. Por tanto, la relatividad es irrelevante.

4.    Si por el bien de la discusión concediéramos que puede haber una serie jerárquica infinitamente larga –D actualizado por C, que es actualizado por B, que es actualizado por A, y así hasta el infinito–, aún así tendría que haber una fuente de poder causal fuera de la serie que se lo impartiera al conjunto. De nuevo, un pincel infinitamente largo seguiría sin poder moverse a sí mismo, dado que la madera de la que está hecho no tiene ningún poder de movimiento «incorporado»: la longitud del pincel es irrelevante a este respecto. O pensemos en un espejo que refleja la imagen de una cara que hay en otro espejo, que a su vez la refleja de otro espejo, y así hasta el infinito. Incluso si concediéramos que puede haber una serie infinita de espejos, aún así tendría que existir algo fuera de ella –la cara misma– que pudiera impartir el contenido de la imagen sin tener que derivarlo de otro sitio. Por el mismo motivo, ni siquiera una serie infinitamente larga de causas instrumentales podría exhibir ninguna causalidad en absoluto a menos que hubiera algo más allá de la serie respecto de lo cual fueran instrumentos.

5.    A veces se dice también que defender la existencia de un primer miembro en una serie jerárquica es incurrir en una petición de principio, porque caracterizar las otras causas como instrumentales ya presupone que dicho primer miembro existe. No hay ninguna petición de principio. Caracterizar algo como una causa instrumental es simplemente decir que deriva su poder de otra cosa. Incluso el escéptico es capaz de entender perfectamente la idea de que un palo no puede mover una piedra por sí mismo, esté o no de acuerdo con que una regresión de tales motores movidos deba terminar en un primer miembro.

¿Por qué un motor inmutable?

Incluso si concedemos que la prueba aristotélica nos lleva hasta un motor inmóvil, podríamos objetar que no por eso nos lleva hasta un motor que sea inmutable, que si hay un primer actualizador, no necesita ser uno puramente actual, sin potencia alguna. ¿Por qué no suponer en cambio que tiene potencialidades que simplemente no están siendo actualizadas de facto, al menos no en la medida en que actúa como primer actualizador de alguna serie causal jerárquica? Quizás esas potencias sean actualizadas en algún otro momento, cuando no actúa como tal, o quizás nunca. Pero mientras las tenga, no será un actualizador puramente actual, y por ende carecerá de muchos de los atributos definitorios de Dios: la unidad, la inmaterialidad, la eternidad, la perfección, la omnipotencia, etcétera.

Recordemos una vez más que, aunque el argumento empieza preguntando qué explica los cambios que observamos en el mundo, a continuación pasa a la pregunta de qué explica la existencia, en todo momento, de las cosas que cambian. El primer actualizador en esta serie es «primero», pues, en el sentido de que puede actualizar la existencia de todo lo demás sin que su propia existencia tenga que ser actualizada. Entonces, supón que este primer actualizador tuviera alguna potencia que necesitara ser actualizada para poder existir. ¿Qué actualizaría esa potencia? ¿Deberíamos suponer que lo hace alguna otra cosa distinta del primer actualizador? En tal caso, el así llamado primer actualizador no sería realmente el primero, en contra de la hipótesis: lo sería este actualizador adicional, o quizás otro aún más remoto.

¿Deberíamos decir, en cambio, que el primer actualizador tiene alguna parte puramente actual que actualiza la parte que es meramente potencial? Pero, en ese caso, será esta parte puramente actual la que sea el primer actualizador verdadero, y la «parte» potencial no sería realmente una parte del primer actualizador, sino sencillamente el primero de sus efectos.

¿Deberíamos decir, aún más, que la potencia del primer actualizador es actualizada por alguna parte suya que no es puramente actual, sino una mezcla de acto y potencia? ¿Pero qué actualizaría las potencialidades de esa parte? ¿Alguna otra parte más remota que sea una mezcla de potencia y acto? Pero, en ese caso, tenemos de nuevo un regreso vicioso y no hemos alcanzado realmente ningún primer actualizador.

En resumen, no tiene sentido hablar de un primer actualizador de la existencia de las cosas que no sea puramente actual. Si reconocemos que hay un primer actualizador, tenemos que reconocer que es puramente actual y, por tanto, que tiene todos los atributos divinos que se siguen de ello.

 

Cinco pruebas de la existencia de Dios. Edward Feser.