Ya no queda mucho.
Antes, me consolaba pensando que solo se publicaban las noticias "malas", las que atraían a lectores aviesos de carnaza. Me temo que ya no quedan de las buenas.
En realidad, si quedan, y muchas. Pero son chispas de vida extraordinariamente pequeñas y con un impacto nulo. Tan solo proporcionan un segundo de satisfacción al portador, si llega.
No es que nadie se preocupe de nadie. Es que los que se preocupan no tienen el momento para iniciar un cambio. Segundos maravillosos, aún fugaces. Que se pierden en el tiempo, como lagrimas en los ojos de un replicante.
A casi nadie le importa nada mas que si mismo. Y lo otros no pueden mover el mundo. Los idealistas tienen caminos, pero no financiación. A nadie le interesa. Ya quedan pocos intereses, unos pocos apenas, apoyados por los más fuertes.
Hemos alimentado, a la fuerza, al monstruo. Nos hicieron creer que podríamos llegar, y solo empujamos su tren. Eso si, a cambio de un televisor, un coche, un teléfono y muchas peliculas.
Ahora, son las palabras las que aterrorizan, al parecer. Quienes vivimos el terror, nos reimos de esto. Quienes justifican perseguir palabras, son seres estériles. Signor Eco, la prego di parlare al mondo.
Hoy ha sido mi cumpleaños. He llegado, a ojo de buen cubero, al 75% de mi vida, con suerte. El achuchón viene a partir de ahora, poco a poco.
Sinceramente, me aferraba a la idea de que no vería el final, que me iria antes.
Hoy, ahora, se que estoy viendo el principio del final. Voy a ver, en directo, probablemente el último tramo de aceleración. Ya solo me queda el consuelo de no tener que ver cuando lleguemos a las manos, o como sea que vaya a ocurrir.
Si, quedan hombres buenos, pero nadie puede escucharlos. Si, existen personas capaces, pero estan solas, impedidas de organizarse y conocerse.
Dentro de los casi 8.000.000.000 de seres humanos, no puedo creerme la suerte que he tenido. Y eso que, con los de mi alrededor, parezco del montón. Que poco se notan, cuando no quieres, las cabezas que estás pisando.
Y por eso me da vergüenza y no soy capaz de valorar si me he esforzado o no. Si lo hubiera podido hacer mejor. Me da pánico la idea de haber nacido hace 50 años en alguno de los parajes más económicamente expoliados del mundo. Yo solo tengo que mover suavemente un mecanismo, para obtener toda el agua potable que pueda necesitar. En algun lugar del mundo, por mi, hay centenares, sino miles, de personas, mujeres en su mayor parte, que deben caminar kilómetros para luego transportar unos pocos litros.
Cada puta mañana que voy al bar a tomar un café, me atormenta la sombra de esos cientos de personas caminando, haciendo sombra, sobre la ventana del establecimiento. Cada puta mañana.
No es culpa mia, pero nos convencieron, nos adormecieron, para que lo dejaramos suceder. Y ahora... ¿que?
Cada día es más difícil. Me agarro a mi trabajo, suerte que tuve. Me sumerjo en él para no pensar en nada más.
Mientras, mi vecino me intenta convencer que esta última amnistía, le parece fatal y que está rompiendo España. Cuando le recuerdo lo que se está amnistiando, y se lo comparo con el 75... a ver si le parece más grave, me dice que "hay que pasar página", al tiempo que defiende seguir usando a E.T.A. en sus discursos.
No hay criterio. Esto se está acabando, no hay nada que hacer. Aún tengo en mis manos la elección de querer verlo, o no. No se si ahorrarme el privilegio, tomando mi decisión, en lugar de que otros la tomen por mi.
¿Morir en pie, en lugar de vivir de rodillas? Si, lo prefiero.
Hoy he sucumbido, frente a una libreria, y me he auto-regalado un libro, de José Antonio Emmanuel, escrito en 1931: La anarquía explicada a los niños.
Nada me ha parecido más fresco en ese instante.
A los de todos los colores, mis mejores deseos, de corazón.