La mayoría de los magistrados del Tribunal Supremo lo ha dicho con claridad: la ley decidió que determinadas conductas, idénticas a otras, se penasen más gravemente porque se presumen realizadas conforme a una pauta cultural. Los hombres, hoy, pagamos por una herencia secular; por un pecado original. Dimos nuestra bendición a este disparate. Solo hay un camino: admitir el error y cambiar la ley. No incluir en el Código Penal constructos que no se pueden discutir sin que te acusen de machista y penar igual las conductas iguales.