Detrás del éxito del partido EH Bildu, que permitió a tres expresos acusados de terrorismo sentarse en el parlamento regional, se encuentra una de las grandes encrucijadas morales a las que se enfrentan los países que han sufrido largos periodos de violencia: ¿Es la integración en el sistema democrático de quienes rompieron sus reglas un precio a pagar por la paz? España, al igual que hizo Colombia con las FARC o el Reino Unido con el IRA, decidió que sí hace tiempo. Sin embargo, esa generosidad democrática no ha sido correspondida.