Cada fin de semana millones de españolitos de bien participan en una coreografía que se remonta al inicio de los tiempos. Cuelgan el mono de trabajo, apagan la pantalla del ordenador, se despiden de sus compañeros y se citan con sus amigos en el bar de confianza. Allí charlan, ríen, discuten y piden. Piden muchas cosas. Raciones, tapas, vino, cervezas, varios cafés, la copa ocasional. Al término de la noche y cuando ya toca partir para casa, el camarero deposita un papel alargado sobre la mesa. Es la cuenta. Es mucho dinero. Y no todos han...