Es un thriller de espionaje que tiene el potencial de cambiar el curso de la política internacional: Hace un año, un comando secreto hizo estallar los oleoductos de Nord Stream en el Mar Báltico. Desde entonces, los investigadores han estado buscando a los perpetradores. Las pistas que han encontrado son extremadamente delicadas desde el punto de vista político.

La CIA supo el pasado mes de junio, a través de una agencia de espionaje europea, que un equipo de 6 personas de fuerzas de operaciones especiales ucranianas pretendía sabotear el proyecto de gas natural entre Rusia y Alemania. 3 meses antes de que los saboteadores bombardearan el gasoducto de gas natural Nord Stream, el gobierno de Biden supo por un estrecho aliado que el ejército ucraniano había planeado un ataque encubierto contra la red submarina, utilizando un pequeño equipo de buzos que dependían directamente del cmdte. en jefe ucraniano.

Después de meses de investigación, los funcionarios alemanes ahora sospechan que el yate Andrómeda no fue la única embarcación utilizada en el ataque y que quizás fue usada solo como señuelo. A pesar de toda la intriga en torno a la autoría algunos funcionarios occidentales no están tan ansiosos por averiguarla. En las reuniones de los políticos europeos y la OTAN el tema ha sido convertido en tabú, dijo un alto diplomático europeo: “No hables de Nord Stream”. Los líderes ven poco beneficio en indagar demasiado y encontrar una verdad incómoda.