Una semana antes de cumplir los 12 años trabaja ocho horas al día en un taller, lijando y pintando carritos de helado a US$2.5 el turno. Cuando se reanuden las clases, después de las vacaciones de Navidad, trabajará sólo cinco horas al día para poder ir a la escuela por la tarde y, si aún le queda tiempo, jugar al fútbol los fines de semana. “Tengo la vida organizada, trabajo de día y estudio de noche”, dice Roberto. Lo ve como una oportunidad, como el mejor modo de mantenerse al margen de las pandillas callejeras.