Wilmington, ciudad costera de playas inmensas, banderas confederadas y estatuas de líderes esclavistas, es uno de esos lugares del sur estadounidense con barrios segregados, cines, escuelas, vecindarios y supermercados donde es casi imposible toparse con una persona negra o latina. Tras la masacre de Wilmington en 1898 quedó constituida una supremacía blanca. Ningún ciudadano negro ocupó un cargo público en la ciudad hasta 1972 y ningún afroamericano obtuvo un escaño en el Congreso por Carolina del Norte hasta 1992.