Hay gente que estos días no está pasando calor. De las casas refrigeradas, en coche con aire acondicionado, a las oficinas o restaurantes donde incluso te tienes que poner una chaqueta. En el otro lado se encuentran el barrendero, contratado durante un mes, que trabajaba a más de 40º en las calles de Madrid. O el obrero confinado en un taller a 42º. O las personas mayores, golpeadas por todos las secuelas –pandemias o calor– de esta forma suicida de entender el progreso. Los bomberos y las personas precarias de las brigadas antiincendios...