Es curioso como cualquier chiste acerca del bigote de la muchacha se percibe como mucho más grave que sus deseos de que Cristina Cifuentes “muera antes de las doce”, expelidos y publicados mientras esta se debatía entre la vida y la muerte ... No está bien reírse de los perturbados y no hace falta ser psiquiatra para deducir -no porque tenga bigote, por dios, sino por sus textos- que Cassandra es una pobre perturbada.