A la palabra cáncer le precede una mala fama, un estigma social tan grande que su sola pronunciación inspira miedo, espanto e incertidumbre. Somos conscientes de que hablamos para alguien, para el otro y para los otros, pues la comunicación es un conjunto de actos ilocutivos y perlocutivos, por lo tanto debemos cuidar el registro idiomático empleado y la intención con que se emite un mensaje, y más en un contexto como el cáncer. Así pues, conviene analizar y revisar el código lingüístico entre emisor y receptor.