En Madrid se ha aprovechado la ocasión para hacer portadas de apología y enaltecimiento de la monarquía, con la trampa que mientras con una mano se defiende que lo que haya podido hacer mal el emérito lo habría hecho a título particular, con la otra se glorifica el papel institucional de la institución monárquica, como si la vida pública y la privada de un rey no fueran, al mismo tiempo, política de Estado.