Hace 25 años, el mundo miraba atemorizado a Moscú. El 19 de agosto de 1991, militares y miembros del servicio secreto protagonizaron un golpe de Estado en la Unión Soviética. Los tanques tomaron las calles de la capital. El presidente soviético Mijail Gorbachov estaba bajo arresto domiciliario en la península de Crimea. Sus reformas parecían erráticas, y la renovación de la anquilosada superpotencia comunista que prometía la glasnost (apertura) y la perestroika ” (reestructuración) sufrió un brutal freno.