Adelina, la carballiñesa que le curó el tic nervioso que Jordi Pujol tenía y que luego lo estuvo tratando del mal de ojo -«él creía que tenía muchas envidias y era cierto porque siempre le daba que sí»- empezó mal la semana. La primera hora estaba en el Juzgado de Carballiño por la denuncia que presentó por la muerte de un perro, «lo destrozaron unos perros grandes, e lo partieron en dos, pobre animal», y cuando se le pregunta por el expresidente de la Generalitat se enfada: «No voy a hablar más de eso».