“Venga, tócame esto”, le decía su padre por la noche después de pasar todo el día ensayando. Entonces Ara cogía su violín e improvisaba una serenata casera para su familia y sus vecinos. Desde muy pronto aprendió a amenizar reuniones en aquel Beirut en el que llovían bombas. Una ciudad en la que intuye que se debía vivir muy bien, pero que él no conoció en su mejor momento. Le estalló la guerra civil del Líbano en plena infancia. Tuvo que irse en 1984, a mitad del conflicto, y regresar años después para descubrir su belleza.