Decenas de móviles se alzaron al aire casi en la noche de Sant Joan. La llegada de la flama del Canigó, desde su punto de distribución en la Plaça Sant Jaume al cruce entre Ramon Turró y Espronceda, en el Poblenou, tradicionalmente acompañada por, entre otros, el Fénix, la bestia local, vio como una multitud de cuerpos y brazos extendidos impedían la visión y la participación efectiva en el momento a gran parte de la multitud allí concentrada. No hacía falta ser un ojo entrenado para ver que, en su mayoría, se trataban de turistas.