La respuesta a por qué ocurre el caso de Fayna es sencilla. Porque, contra todo pronóstico, contra todo bulo, lo que le ocurre a Fayna demuestra hasta qué punto el Estado de Derecho ampara y respeta los derechos del acusado/condenado, perjudicando en ocasiones a la propia víctima. Es decir, en contra de ese mito de las mujeres malvadas que hablan y te lleva al calabozo fijo, el caso de Fayna demuestra lo que ocurre muchas veces: que ellos tienen sus garantías procesales incluso por encima de la víctima.