Una comunidad de Sonora vivió durante 24 horas una situación de guerra: decenas de sicarios de los hijos de ‘El Chapo’ Guzmán sembraron el terror en sus calles a punta de rifles, asesinaron a dos personas, secuestraron a cinco y agujerearon fachadas. Todo comenzó con el aviso de los traileros. Mensajes de radio donde alertaban, desde el martes por la tarde, que se venía la tragedia a los pueblos. Hombres armados para destruir una ciudad, decenas de camionetas con blindaje artesanal, perforadas para encajar los rifles de asalto.

Desde mediados del siglo XX, los triquis comenzaron un éxodo a causa del despojo de territorio que históricamente han sufrido, además del acoso constante del gobierno y grupos con la intención de hacerse del terreno fértil que les pertenece, donde se cosecha el café, plátano y otros recursos naturales. Sobreviven en zonas rurales perdidas, sin servicios básicos, ni electricidad, apenas cuentan con una toma de agua que rara vez funciona. Ni identidad, pues la mayoría de ellos no están registrados y por lo tanto para el gobierno no existen.