Ayer, Monago lloró. Abrazado por el hombro a Carlos Floriano, el presidente de la Junta de Extremadura se secó las lágrimas, primero con el dedo índice de la mano derecha y luego con la palma de su mano izquierda. Fue solo un gesto. Un instante. Pero suficiente para llevarse la foto del día sin necesidad de decir una palabra en público. Otros hablaron por él. Para el PP extremeño, reunido ayer en Cáceres, fue suficiente con que el líder estuviera presente.