El gran atractivo del poder no es el poder, sino el poder colocar, que es sinónimo de controlar. Se hablará con desprecio de la Restauración, pero al menos los políticos de aquel régimen no ocultaban lo que hacían. Era público y notorio. Ahora, en cambio, el comercio de favores, la colocación de los propios y el control se cubren con bonitos mantos retóricos.