Es, con mucha diferencia, el país de la OCDE que más gasta en sanidad pero con resultados muy mediocres en los indicadores sobre el estado de salud de la población y una esperanza de vida (76,4 años frente a 80,3 de media de la OCDE) que, tras estar estancada durante una década, sufrió un serio bajón por la covid. Esa caída se produjo después de que entre 2010 y 2019 su esperanza de vida hubiera permanecido prácticamente estancada, ya que mejoró únicamente en 0,1 años, le evolución menos favorable de los 38 miembros de la organización.