El lenguaje político posee una cualidad cuántica innegable, una veracidad borrosa e indefinida, donde una cosa y su contraria son siempre posibles, y en ningún área ello resulta tan evidente como en la economía. Nunca tanto como en estos tiempos han sido los políticos narradores y hacedores del devenir económico, y nunca se ha prestado tan poca atención a los numerosos errores, falacias e inconsistencias de su discurso. Por no hablar de las propuestas contenidas en los programas electorales: además de suscitar escasa atención del ciudadano...