Un día, en 1988, la policía fronteriza detuvo a mi padre en la frontera de Francia con Bélgica. Mi padre bajó la ventana de su Volvo plateado y dos policías le pidieron sus papeles. Le entregó su pasaporte al que se veía más sospechoso, quien lo miró brevemente. "¿Podría salir del coche, por favor?", preguntó. El corazón de mi padre latía a toda velocidad, pero su rostro no se inmutaba. Sabía cómo manejar esto; estaba preparado para esta clase de situaciones. Para lo que no estaba preparado era para que un oficial encontrara cinco cuadraditos