Bravo se elaboraba entre casi 20 personas, entre gente de la redacción (redactoras, maquetadores, redactora jefe, yo misma…) y algunos freelances. Estábamos obsesionados por estar cerca de las adolescentes. Por eso la edad máxima para entrar en la revista eran 28 años, porque cuanto más cerca estás de su edad más fácilmente sabes comunicarte con ellos.