Esa actitud de repliegue reformista se justifica con el argumento de conseguir una intervención real en la vida política, sobre una teoría de etapas y gradualizaciones en una vía de reformas, que lo que logran es un resultado negativo al tender este reformismo sin meta, producir en los activistas una pérdida de voluntad y perspectiva de cambio real y, sobre todo, la neutralización decepcionada de un sector popular que tenderá a quedar en disposición de sucumbir a demagogos alegatos de carácter reaccionario.