Hay una ironía suplementaria en todo esto: si bien el gótico original, esparcido por el área de París durante el siglo XII, estaba obsesionado con la altura, la luz y el volumen, su revival decimonónico se dejaba guiar por un concepto tan romántico como la externalización de las emociones. Sus mejores frases siguen hoy allí, como también sigue ese espíritu humano que lleva siglos reescribiéndolas. Lectora, lector: es Notre Dame. Si los libros no pudieron con ella, qué van a hacer unas cuantas llamas.