Jamás de los jamases vi a un presidente del Gobierno retando cual pendenciero discotequero o jefe de una mara a un rival en sede parlamentaria. Con Adolfo era física y metafísicamente imposible: era un gentleman. Con Leopoldo sucedía tres cuartos de lo mismo porque era tirando a pasota (brillantísimo pasota, pero pasota al fin y al cabo). González era un seductor y un encantador de serpientes y no precisaba de la macarrería para ganar las peores batallas. Sólo se salió de madre, pero no en el hemiciclo, cuando le descubrieron el GAL y el robo m