Hay cuestiones que cuando uno va teniendo cierta edad no acaba de entender. Axiomas, dichos populares y «verdades» incontrovertibles que empiezas a cuestionar. Una de ellas es la superioridad moral de la izquierda; muy extendida aunque, si uno mira a su alrededor, no se tiene en pie. En los sesenta, cuando estudiaba Historia para entrar en la diplomacia, tuve la osadía de preguntarme por qué Hitler era un malvado cabrón y Stalin un político con aspectos censurables pero aceptable. Y pensé: ¿acaso no eran dos figuras políticas execrables, [..]