En 1996, un tiroteo en la atracción turística más popular de Tasmania, un ex-presidio colonial, acabó con la vida de 35 personas, hiriendo a otras 23. Fue el tiroteo masivo más grande jamás registrado en Australia, y motivó un escándalo y debate público que, en última instancia, obligó a los políticos conservadores australianos a afrontar la dura realidad. Si querían detener el elevado número de "mass shootings" del país, tendrían que confiscar las armas de sus votantes.