La “línea roja” para Siria es el ejemplo de una frontera que se vende como virtuosa, pero que sirve para reforzar las fronteras que a EE UU y las potencias europeas les interesan marcar para disputar recursos e influencias. Por lo menos, cabe hacer la pregunta al revés: si no es con armas químicas, ¿a cuántos civiles puede matar el dictador sirio, Bachar el Asad, apoyado por la Rusia de Vladímir Putin, sin herir los sentimientos de los líderes americanos y europeos?