Excusas, excusas..., siempre excusas para lavar sus conciencias. Se las escuché cientos de veces a tantos buenos samaritanos que pretendían no hacer ningún mal. Porque todos los puteros, sin excepción, piensan que la prostitución es un trabajo normal, pero ninguno de ellos aceptaría que sus hijas, sus mujeres o sus hermanas fueran putas, como tampoco ninguno de ellos reconocería a una puta como alguien cercano. Las putas no tienen ni madre, ni padre, ni hermanos, ni amigos. Todos las expulsan de sus vidas, pero todos las utilizan.