La guerra es un monstruo que acaba cayendo sobre las cabezas de quienes la desencadenaron (y también de quienes la padecieron). Con la invasión de Ucrania, Vladimir Putin pretendía resucitar la Unión Soviética, pero, de momento, solo parece luchar por su propia supervivencia política. Creyó que Occidente quedaría paralizado ante su temeraria iniciativa poniendo en marcha una guerra energética, cambiando las reglas del juego del mercado de las materias primas y bloqueando la distribución alimentaria.