La paradoja difícilmente podría ser mayor. El precio mundial de los alimentos más alto en una década coincide, también, con un periodo de enorme—y creciente—frustración en el campo español. Esta aparente contradicción, sin embargo, tiene una explicación sencilla: mientras crecían los precios de venta, también subían —y no menos— los costes de producción, con un resultado neto peor o, con suerte, igual al de unos meses atrás. Se mire a donde se mire -al mar, a la ganadería, al regadío o al secano- la llama del descontento está más viva que nunca