Agobiada y con problemas económicos, con 20 años decidió cambiar de país y mudarse a España. Como confiesa, «se mezcló la desesperación, la necesidad y la ignorancia, porque si hubiera sabido la situación, jamás hubiera tomado esa decisión». Ella misma admite que, en Brasil, creía que las mujeres que se dedicaban a la prostitución eran «drogadictas y alcohólicas y era la primera que las miraba con desprecio, hasta que lo viví en mis carnes». Wanda no coqueteó ni con las drogas ni con el alcohol pero tuvo que ejercer la prostitución.