Hay una guerra mundial en curso que siembra de cadáveres e imposibles los frentes, las trincheras, en los que se han convertido los mares y desiertos. Es una guerra que se asoma en los telediarios, cuyas bajas aparecen en los informes de las oenegés, que señalan voceros doloridos de dejarse la garganta. Una brutal agresión que, en lugar de con tanques y con cazas, cercena la vida con vallas y sofisticados sistemas de vigilancia.