El colapso de la economía venezolana está cambiando radicalmente los hábitos alimenticios en Venezuela, donde grandes segmentos de la población se están viendo obligados no solo a buscar restos de comida en la basura, sino también a matar animales domésticos y salvajes para tratar de saciar el hambre. “Aquí ya no quedan burros”, dijo Odalys Martínez, una pobladora de la Península de Paraguaná, al norte del estado. “Sólo los que están en [el Palacio presidencial de] Miraflores”.