Lo verdaderamente asombroso es la capacidad española de sorprenderse ante las evidencias largamente observadas. Resulta que lo que veíamos era cierto. Una auténtica banda de corruptos opera en este país, usa en su provecho al común de los ciudadanos, sus instituciones, su prensa y todo cuanto pueda servir a sus fines. Y cada vez que volvemos a constatarlo se produce el mismo sobresalto. España parece un país corrupto, podrido incluso, y lo es. Y lo más prodigioso: pasan los años y lo sigue siendo. Es la tradición que mejor se conserva.