Entre el consumidor medio está extendida la idea de que los productos orgánicos, esto es, los que se han obtenido sin el concurso de agentes químicos como pesticidas y plaguicidas, en el caso de vegetales, o sin antibióticos, en el caso de animales, son mucho más seguros y saludables que aquellos que proceden de cultivos convencionales o de las explotaciones ganaderas al uso. La ausencia de químicos, se argumenta, hace posibles unos cultivos de mayor calidad y carne menos expuesta a tóxicos.