El día se levanta con una niebla espesa en Prado, un pueblo zamorano de unos 40 habitantes. A las siete, Bárbara Patricia Palmero se dirige a una enorme nave blanca de techos altísimos para alimentar a sus 500 ovejas con avena, cebada o veza. “En diciembre y enero no salen a pastar porque hace mucho frío, el resto del año sí”, apunta. Cuando camina con sus animales ve los inmensos llanos de secano de la Tierra de Campos donde se plantan cereales. Desde hace un par de años el paisaje también incluye una macrogranja en el pueblo de al lado, Cerec