Durante toda la proyección de "Ciutat morta" la incredulidad es la tónica general. Cuesta creer que el caso no tuviese más repercusión; cuesta creer que todo lo que se cuenta sea real; cuesta creer que el sistema judicial y político fuese tan inclemente e inhumano; cuesta creer que todo acabase tan mal; y, por último, cuesta creer que "Ciutat morta" no se haya podido estrenar en cines de forma comercial y que su distribución se esté realizando mediante pases individuales en salas alternativas.