A nadie le ha importado absolutamente nada la selección española, a nadie. Ni siquiera a su nuevo presidente. Su carta de presentación ha sido que su orgullo es lo importante, que a él nadie se la juega. Y si se tiene que cargar un proyecto ilusionante, lo hace. Un ‘a mí nadie me la juega’ de manual. “Un mensaje claro para todos los trabajadores de la RFEF”, dijo, textualmente.