Nadie reconocerá que él no escribe sus discursos, y que el propio Gobierno de turno supervisa su contenido para que no se extralimite en su función de figurín. Porque el monarca es eso, y poco más, aunque nos cueste un pastón a todos mantener esa institución caduca, obsoleta, aburrida y, para mayor inri, muy poco ejemplarizante. Lo siento, pero esto de la sangre azul en el siglo XXI lo llevo mal.