Con un disfraz de Spiderman escondido en el armario esperando a ser descubierto la noche de Reyes, el hijo de Celia, de cuatro años, miró a su madre a los ojos y, sin pestañear, le dijo la frase que cambiaría la vida de ambos para siempre: “Mamá, yo quiero ser una niña”. Y, por si no había quedado lo suficientemente claro, se mostró aún más tajante: “Yo soy una niña”. A partir de esta línea hablaremos siempre de la hija de Celia. En femenino, pues ese es su género.