Voy a cambiar un coche de titular y topo con un funcionario de lo más curioso, y lo es, sencillamente porque no sabe leer. Sin dar los buenos días, me espeta directamente que me falta un documento. Le respondo que me he informado por teléfono y en la misma página oficial de Internet y que traigo la documentación requerida. Esto es, quería que entregara todos y no uno de ellos. Y como insistía, enseguida me percaté de que el susodicho no sabía leer. Es decir, leía pero no de forma significativa.